Actualmente la agricultura está basada en un sistema intensivo de producción que requiere un alto consumo de combustibles fósiles y el empleo masivo de fertilizantes y productos fitosanitarios. Así, según Naciones Unidas, la agricultura consume el 69% del agua potable, ocupa el 11% de la superficie terrestre (1,5 billones hectáreas, de las cuales el 50% es destinado a pastoreo para animales) y emplea el 11% del petróleo. No obstante, es creciente una mayor concienciación en materia de seguridad alimentaria y los consumidores demandan sistemas más sostenibles que preserven el medioambiente y la biodiversidad. Uno de los mayores desafíos radica en la reducción de riesgos e impacto de los productos fitosanitarios sobre la salud humana y el medioambiente mediante el uso de nuevas tecnologías englobadas en sistemas de producción integrada que reduzcan los residuos y minimicen el impacto medioambiental.